lunes, 23 de mayo de 2016

II Parte: Ni comer al caníbal, ni servirnos en su plato

Los regímenes autoritarios establecen sistemas que, sin muchas “vueltas”, detienen por períodos indefinidos a quienes rompen con el “orden social”, aplican penas de muerte y garantizan la seguridad para los “ciudadanos normales”. El enemigo de la sociedad pacífica es quién “ha delinquido o cometido abusos de poder” (Jorge Rafale Videla, 24/03/76). Para los dictadores no hay reinserción social posible.

Son caníbales comiéndose a caníbales. Así lo definió Jorge Luis Borges, cuando en un país extranjero le preguntaron su parecer respecto de la dictadura argentina. La frase se inmortalizó en el uso popular y aún tiene vigencia.

Cuando los asuntos públicos se manejan mal, cuando la sociedad enfrenta crisis, se alzan las voces que piden comerse al caníbal. Ese caníbal para algunos es el político corrupto, para otros el ladrón común, o el violador, o el que mata, o el que conduce borracho, o el empleador que paga sueldos en negro, o el vecino que tiene suelto el perro y le ensucia la vereda y le pisotea el jardín, o el que realiza una maniobra peligrosa al volante… y la lista continúa. Cada uno de nosotros tiene su propio listado de caníbales, esos que nos hacen la vida más difícil, los que rompen nuestro orden personal.

Como vivimos en sociedad, no es difícil imaginar que en alguna de esas listas figurará nuestro nombre.

La evolución social no puede estar relegada exclusivamente a los artefactos tecnológicos. Con o sin Smartphone el caníbal seguirá siendo igual de caníbal. Sin embargo la evolución tecnológica es útil para ejemplificar la evolución de las ciencias sociales. Cuando un desarrollador saca un nuevo artefacto tecnológico, no siempre resulta un éxito en el mercado. Sin embargo a nadie se le ocurriría lanzar los teléfonos a la basura por un fracaso y volver a las palomas mensajeras. El desarrollo alcanzado sirve de base para nuevos experimentos, para otros desarrollos, y con el tiempo se alcanzará el éxito buscado. Muchas veces sucedió esto en la historia de los descubrimientos.

Si se tiene esa perseverancia con los objetos ¿cómo no exigirla a las ciencias aplicadas a la sociedad y las personas?

Evolución de la criminología

Que la criminología haya alcanzado un alto estado de desarrollo no significa que su aplicación práctica sea rigurosa en todos los centros de detención, ni que en todos los casos en los que se apliquen los más avanzados tratamientos, se alcancen los mismos resultados.
No puede desconocerse que muchas cárceles argentinas están colapsadas. Las condiciones edilicias y el hacinamiento de su población entre otras falencias, plantea condiciones de inicio que hacen prácticamente inviable aplicar el “paradigma de la gestión de riesgo”. Por estas y otras razones, la reincidencia de alguien que cumplió una pena de prisión, no puede tomarse livianamente como un fracaso del método.

Qué buscan abordar los tratamientos penitenciarios

Las escuelas criminológicas tuvieron (tienen), entre otras, una preocupación común: la peligrosidad del sujeto. Mientras que para unas las personas decidimos libremente nuestras acciones y para otras la peligrosidad se lleva en los genes, las teorías más modernas plantean que hay condicionantes situacionales que favorecen el despliegue de aspectos de la personalidad del sujeto que lo llevan a cometer cierto tipo de conductas contrarias a la ley.

El psicólogo Daniel Schulman explica que el paradigma de la gestión de riesgo plantea que lo estático (de la peligrosidad) tiene que ver con lo histórico. El pasado, claro, no se puede cambiar, pero sí se puede cambiar su repercusión sobre el presente. Así se entiende esta cuestión en el marco del paradigma de la gestión de riesgo: los factores históricos son en sí estáticos, pero el dinamismo está dado por cómo los tome el sujeto en el presente.
La peligrosidad es genérica y global: alcanza todos los aspectos de un sujeto, mientras que el riesgo es in situ, en un momento determinado, por factores determinados, y para ciertos determinados tipos de conducta.


En su libro “La aplicación de la ejecución de la pena en la provincia del Chubut”, Fernando Gélvez y Daniel Schulman sostienen que reducir factores de riesgo es hacer acción de tratamiento, intervención, pero también acción preventiva, para que le sujeto no vuelva a delinquir. Lo que ha cambiado del viejo paradigma de la peligrosidad, es que hoy los factores de riesgo son específicos para delitos específicos. 

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