sábado, 19 de noviembre de 2011

Tiroteo en el Barrio Don Bosco


CARTAS SOBRE LA MESA

El sábado por la mañana las partes presentaron sus alegatos. El fiscal expuso un pormenorizado análisis de la prueba, los motivos que lo llevan a considerar que el accionar de los imputados no tiene justificación y por lo tanto deben responder por todos los delitos por los que fueron acusados. El defensor sostuvo que es clave considerar quién disparó primero, sumado a que sus defendidos fueron amenazados y esperaban ser agredidos, por lo que actuaron en legítima defensa. La lectura de sentencia se realizará el martes 29 a las 8 hs.

En su introducción Fernando Rivarola relató que en ese mismo momento su hijo y el hijo del imputado Cristian Rosales comparten un partido de fútbol jugando para el mismo equipo, y en alguna oportunidad estuvo sentado junto al imputado en la misma tribuna acompañando cada uno a su hijo. Este relato que parece no tener nada que ver con el hecho que se está juzgando, fue tomado como ejemplo por el fiscal para que el tribunal comprenda el grado de compromiso personal que tiene con la prueba, que según su lectura es contraria a las pretensiones de Rosales.

Marchas y contra marchas

El acusador señaló que los imputados viraron su versión de los hechos, desde la primera declaración a la dada en el debate, para hacerla compatible con la prueba objetiva, sin embargo no habrían logrado encajar claramente sus dichos en el molde trazado por los elementos objetivos recabados.

Los Leiva

Un apartado especial mereció en el alegato fiscal la referencia a quiénes son las víctimas y que prejuicios pueden jugar en su contra en este caso. Los hermanos Leiva son un grupo familiar grande. Rivarola indicó que algunos de ellos han estado vinculados a hechos delictivos, pero no los que en este caso son víctimas. También señaló que aunque se tratase de personas que suelen cometer hechos delictivos, eso no justifiría que sean agredidos del modo en que lo fueron. Agregó también que los imputados se refirieron siempre al grupo como “los Leiva”, siendo que en realidad no estaban solo ellos sino que había otras personas y que de hecho el problema que detonó toda la situación fue originado por Castro.

La intención de matar


Entre los delitos imputados, Rivarola acusó a Rosales de tentativa de homicidio en relación a dos de las víctimas. Uno de los primeros elementos que consideró es lo dicho por Rosales al primer policía que llegó al lugar de los hechos “no los quise matar”. Qué necesidad tendría de decir esto si los disparos hubieran sido dirigidos a las piernas de las víctimas y no a zonas vitales, se preguntó el fiscal, sabiendo que Rosales es un experto tirador.
También señaló Rivarola que es falso que el imputado estuvo parado en la esquina que el sostuvo en sus declaraciones, ya que se encontraron vainas de proyectiles disparados por su arma en otros sectores, compatible con la descripción de sus movimientos dada por las víctimas.

Si todos se defendieron ¿Cuál defensa fue legítima?

En distintos tramos de su alegato, Rivarola se refirió a situaciones de legítima defensa. Analizó estas en relación a actores de uno y otro bando. En la secuencia de los hechos se constató que había habido una discusión entre Castro y Rosales. Cuando caminaban en proximidades a la estación de servicio Shell, Rosales y Ulloga marchaban detrás del otro grupo. Castro los encaró, discutieron y aparentemente esa situación se resolvió y caminaron todos juntos algunos metros. Al llegar al Barrio Don Bosco se separaron. Los imputados fueron a la casa de Rosales y se hicieron de dos armas largas para salir al cruce del grupo. Rivarola sostiene que si el grupo tuviera la intención de agredir a Rosales o a la vivienda de este, podría haber llegado antes ya que iban por el camino más corto, sin embargo no lo hicieron. Fueron ellos los interceptados en la rotonda.

A criterio de Rivarola la prueba existente avala la versión de las víctimas, particularmente la de Lucía Regolledo que es quién se resguardó en el patio de una vivienda ubicada a unos 50 mts del lugar, y desde allí con su celular hizo varios llamados al 101 y dos llamadas a Fabián Leiva. Fabián corrió del lugar en el que estaba a su domicilio, se hizo de una pistola y corrió 300 mts hasta la rotonda para auxiliar a sus hermanos y a los amigos de estos. Mientras tanto los imputados los tendrían encañonados contra la pared de una vivienda, los amenazaba y amedrentaban con las armas. Con la llegada de Leiva los imputados sostienen que las víctimas le dijeron que “los baje”, que les dispare. Estos sostienen que Rosales le disparó en un pie a Fabián y él cayó al piso, se arrastró y desde allí intentó defenderse disparando. Rosales sostiene que primero disparó Leiva y él respondió a esos disparos ya que lo había herido.
Los imputados también dicen que había varias armas y que les disparaban de todos lados. Sin embargo las vainas encontradas solo dan cuenta de tres armas. Las dos armas largas que tenían los imputados, y la pistola de Leiva.

Con la llegada de Fabian, el grupo corrió por calle Sarmiento para resguardarse, mientras lo hacía vieron caer a Fabián y regresaron para ayudarlo defendiéndolo a él y a ellos mismos con lo único que tenían para hacerlo, tomando piedras de la calle y arrojándolas contra los imputados. Rosales realizó varios disparos e hirió a Oscar Castro, a Ramiro Leiva y a Matías Leiva. A este último uno de los proyectiles le ingresó por una axila y se le alojó en la columna dejándolo parapléjico.
Cuando Fabián ya estaba tirado en el piso le disparó a la cabeza, según el análisis de la prueba pericial valorado por el fiscal se encontraba ya sin municiones. Fabián se cubrió con sus manos y giró el rostro instintivamente. Esto hizo que la bala rozara una de sus manos y la cabeza, sin ingresar en la cavidad.
El imputado sostiene que Fabián estaba disparando desde el piso, que él le disparó a la mano para que arrojara el arma y por la posición que tenía la bala le rozó la cabeza. La trayectoria del proyectil sería compatible con la versión de la víctima y no con la del imputado según el análisis fiscal.
Rivarola sostuvo que el único que actuó en legítima defensa de terceros fue Fabián, que llega armado porque a sus familiares y amigos los tenían encañonados diciéndoles que los iban a matar. A partir de allí no importa quién disparó primero porque Leiva estaba excusado por la ley para disparar.
Sin embargo Rosales no intentó ninguna otra forma de defenderse si pensaba que iban a agredirlo. No llamó a la policía, no se atrincheró en su casa, no escapó, sino todo lo contrario, salió armado al cruce de un grupo que estaba desarmado.

Madrugada trágica

Esto ocurrió un domingo a la madrugada, en ese mismo momento en el Barrio Ceferino se producía otro tiroteo en el que resultó una persona fallecida, además del atentado contra una vivienda con un incendio automotor, en otro sector de la ciudad. En el hospital de Esquel ingresaron paralelamente doce personas heridas y en sus instalaciones se encontraron familiares de víctimas y victimarios. También se puso a prueba la capacidad de respuesta de la policía y de la propia fiscalía que debió abrirse ese domingo con el 50% de su personal trabajando en dos equipos, uno con cada hecho.

La calificación

La lista de delitos en los que la Fiscalía encontró que encuadra la conducta de los imputados parece inacabable. A Rosales le imputó la portación ilegal de arma de uso civil, atenuada para por ser legítimo usuario, en concurso real con entrega de arma de fuego a quien no es legítimo usuario. Privación ilegítima de la libertad con uso de violencia y amenazas, prolongada hasta el arribo al lugar de Fabián Leiva, lo que a criterio de la Fiscalía demandó no menos de cinco minutos. Lesiones graves y leves en relación a tres de las víctimas, y tentativa de homicidio de Fabián Leiva y Matías Leiva. Dos calificaciones provisorias aportó el fiscal: la de coacción para el caso en que el tribunal no considere que existió privación de la libertad, y la de lesiones gravísimas si considera que no se encuentra probado alguno de los extremos de la tentativa de homicidio de Matías Leiva.
Por su parte a Gustavo Ulloga lo acusó de portación ilegal de arma de uso civil en concurso real con privación ilegal de la libertad agravada por su comisión con violencia y amenazas, en calidad de coautor, lesiones graves a Fabian Leiva como partícipe necesario, lesiones graves, leves a Matías Leiva, Oscar Castro y Ramiro Leiva en carácter de coautor, tentativa de homicidio a Fabián y Matías Leiva en calidad de partícipe necesario.

El derecho de las víctimas

Al cerrar su alegato Rivarola se refirió al derecho de acceso a la justicia y tutela judicial efectiva que tienen las víctimas, y les agradeció a estas el acompañamiento al Ministerio Público y la manera en que se pudo realizar el debate, sin nuevos conflictos entre las partes.

La defensa

Daniel Sandoval realizó un alegato breve, descansando en las versiones ya dadas por sus defendidos a lo largo de la investigación y del propio juicio. Se apoyó en la declaración de un gendarme señalando que su percepción da cuenta de que quién habría disparado primero sería Fabián Leiva e intentó plantear que la secuencia de los hechos fue otra diferente a la llevada por la Fiscalía. Indicó que Leiva habría llegado mucho antes y que Rosales y Ulloga solo atinaron a defenderse de un ataque inminente. En este sentido descartó la privación de la libertad al grupo de las víctimas y dijo que la diferencia numérica da cuenta de la superioridad del grupo de quienes se presentan como víctimas respecto de los imputados.
También sostuvo que el agredido fue Rosales, que su vida se vio en peligro así como la de Ulloga, y que considerando la capacidad y destreza en el manejo de las armas que demostró Rosales, si hubiera querido matar a los integrantes del grupo contrario lo hubiese hecho, sin embargo solo quiso defenderse de la agresión que estaba sufriendo.
“No quisieron amenazar, sino confrontar y colocarse en pie de igualdad con los otros”, dijo el letrado.
Finalmente Sandoval consideró que la agresión previa existió, Leiva disparó primero y esto puso a Rosales en situación de legítima defensa de su vida y la de su compañero. Por esos fundamentos solicitó la libre absolución de ambos imputados.