Estaba
prevista la realización de tres audiencias con la misma temática. Dos
para formalizar la investigación y una audiencia preliminar. Solo una de
ellas cumplió su cometido, el la segunda el imputado no se presentó y
se ordenó su compulsa, en tanto que en la tercera la defensa solicitó la
suspensión de juicio a prueba y la Fiscalía pidió plazo para contactar a
la víctima antes de expedirse.
De
los tres casos, solo en uno la mujer agredida sostuvo la separación de
la pareja. En otro, pese a seguir juntos, la mujer decidió sostener su
decisión de que se resuelva en la justicia en hecho que la tuvo por
víctima. En tanto que en el restante, la denunciante no quiere seguir
adelante con la causa penal.
Este
recorte de la casuística que pasa por los tribunales locales en materia
de violencia doméstica, es una foto representativa de las historias que
hay detrás de cada legajo de investigación. Historias que en numerosos
casos complejizan las investigaciones, con características propias,
distintas a las de los delitos comunes.
Los
hechos, cada uno con sus matices, tienen en común los golpes. Golpes de
puño, patadas, dados por un sujeto con superioridad física, que
reacciona queriendo imponer su voluntad de la manera más primitiva e
irracional. La calificación legal aparece repetida en todos los legajos:
lesiones leves agravadas por el vínculo y por haberse cometido mediando
violencia de género. La imagen devuelta por el espejo: hematomas,
cortes producidos al arrancar un aro con el golpe, escoriaciones…
No es un delito como
otros, no es un hecho aislado, intervienen condicionamientos
psicosociales que impiden que la persona pueda posicionarse del modo que
se espera de ella. Lo
penal no es la solución de estas temáticas ya que se trabaja sobre los
sujetos y no sobre la relación. Sin embargo, el trabajo de los
operadores del sistema se propone que la mujer se sienta respaldada en
sus derechos, algo indispensable para que logre salir adelante y
comprender que es posible otra forma de relación.
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