Vioencia de Género. Algo está cambiando, pero falta mucho para lograr la igualdad
La temática de género fue eje central en las IV Jornadas Internacionales de Violencia realizadas la semana pasada en Bariloche. Disertantes de primer nivel expusieron las particularidades del fenómeno de la violencia, las desigualdades naturalizadas y el abordaje judicial de los casos de las personas en situación victimológica.
Miguel Lorente Acosta es Médico Forense, profesor de medicina legal en la Universidad de Granada y en su basto currículum se destaca su designación como delegado de Gobierno para la violencia de género adscripto al Ministerio de Igualdad, entre otros.
Lorente mencionó en su ponencia una frase escuchada reiteradas veces en la boca de mujeres víctimas de violencia: “Mi marido me pega lo normal, solo que esta vez se le fue la mano”. Frases como esta dan cuenta de la naturalización de la violencia de género por parte de las víctimas y en muchos casos, también por su entorno más cercano.
Los hombres que crea una convivencia basada en la violencia, piensan que “su masculinidad los lleva a entender que ellos, como hombres, deben hacerse respetar e imponer el criterio que consideran más adecuado; y piensan de ese modo por una cultura construida sobre la desigualdad que ha situado a los hombres y lo masculino como referencia universal, y a las mujeres sometidas a sus dictados y órdenes. Por tanto, si de verdad se quiere acabar con los homicidios y la violencia de género hay que trabajar, y mucho, para romper con esa identidad en los hombres que lleva a la violencia como forma de conseguir sus objetivos”, postula Lorente.
Esta mentalidad, atravesada por la cultura machista, lleva a esos hombres a usar la violencia como medio de imponer su voluntad, pero además porque creen que al hacerlo de ese modo los convierte en “más hombres”.
Lorente plantea que la sociedad está cambiando pero los cambios no están siendo los mismos en los hombres y las mujeres. Las mujeres lideran unos cambios que rompen con ese corsé de roles y espacios que les impedía incorporarse en igualdad a la sociedad y disfrutar de libertad e independencia. En cambio, los hombres no cambian y permanecen en esa idea de que “su mujer” debe hacer lo que se espera de ella, es decir, ser ante todo una “buena esposa, madre y ama de casa”. Y cuando intentan imponer ese criterio y la mujer no lo acepta, recurren a un mayor grado de violencia, y cuando este aumento de la violencia también fracasa y la mujer decide no continuar con la relación, se entra en la zona de riesgo del homicidio.
El salto de calidad que deben dar nuestras sociedades, es el de la concientización, con recursos para que las mujeres puedan salir de la violencia y con educación para prevenir y evitar la construcción de identidades violentas.
Fuente El País “Ellas están cambiando, ellos no”
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